Todos los días escuchamos noticias que nos hacen cuestionar si aún existe la bondad en el mundo y si todavía son los valores humanos de justicia y equidad parte fundamental de nuestra verdadera naturaleza.
A diario, casi de manera obsesiva, visitamos nuestras redes sociales con la esperanza de encontrar algo interesante, llegar a compartir con nuestros amigos e incluso deseamos llegar a darnos a conocer, o nuestros servicios/productos, hacer conexiones nuevas, aprender algo valioso para muchas veces darnos cuenta que tan solo perdimos nuestro tiempo y que lejos de obtener algo positivo nos sentimos aún más distantes: carentes de significado.
Es fácil caer en una decepción existencial o en un cuestionamiento profundo sobre el futuro de la humanidad y de nuestro hermoso planeta. Si somos más superficiales o nos cuesta trabajo la reflexión quizá terminemos convenciéndonos de que todo esta bien y que las cosas habrán que resolverse por “alguien” que tengas la capacidad para ello, pues “nosotros” estamos en lo nuestro (y ya muchos problemas tenemos y afrontamos como para “perder el tiempo” en eso de la filosofía) y no hay mucho que se pueda hacer.
La realidad es que si todos pensáramos así desde hace ya varios siglos hubiésemos perecido pero seguimos aquí gracias a que muchas personas tienen fé en la evolución, hacia el bien, de los seres humanos y la capacidad innata que tenemos de luchar por la vida, la libertad, la salud, el amor y el bienestar. Es gracias a ese cúmulo de información en forma de ciencia, literatura, arte y tecnología (que podemos llamar legado y patrimonio de la humanidad) que hoy tenemos la capacidad de vivir como vivimos y de poder proyectar un futuro para los nuestros.
Así como tenemos por un lado un cúmulo de información que genera vida, tenemos otro tanto que en el mejor de los casos no genera utilidad y en el peor da pie a todo lo contrario: muerte, sufrimiento y “basura” que daña al ser humano, a la vida, a nuestro futuro. Basura que muchas veces esta bien vista o que incluso culturalmente constituye una meta: un objetivo de vida que hay que lograr a como dé lugar, sin importar si en el camino cometo un delito, digo una mentira o abuso de una persona. En México se respira este ambiente.
Una cultura de paz inicia en nuestro interior, en el deseo de estar bien física, mental y espiritualmente. Comienza mediante el autoconocimiento y el valor que podemos llegar a dar a nuestra vida y lo que hacemos con ella. Cuando entendemos lo que realmente somos entonces lo que hacemos con nuestra mente y nuestra energía es intencionado: buscamos lo que genere más vida, más luz, mayor bienestar. En verdad tendemos a querer el bien común, el sueño utópico de todo filósofo.
Vivir filosóficamente es vivir con base en la verdad, en la sabiduría que en Yoga entendemos como nuestra experiencia de vida integrada, es decir en consciencia, que no es otra cosa que la capacidad que tenemos de darnos cuenta de lo que en realidad es verdadero. Esta capacidad nos pertenece así como tenemos sangre y corazón en el cuerpo, pero entonces ¿Cómo es que perdemos contacto con ella y nos desviamos del “bien" del Yoga?
Los Yoguis dirían que nadie puede vivir fuera del Yoga pues aunque no nos demos cuenta somos Yoga. Pero desde otra perspectiva podemos decir que el mundo en el que vivimos, tan antinatural hasta cierto punto, nos ha “engañado” a entender lo falso como verdadero y le corresponde entonces al Yoga, a la educación, la religión, el amor de familia u otro método regresarnos a lo natural para vivir procurando un orden más congruente con la vida. A este proceso se le conoce como, yo diría “segundo” despertar espiritual pues al nacer TODOS somos consciencia pura: PAZ.
Al entender lo que somos y percibirnos en plenitud la vida se convierte en una manera de manifestar lo más elevado, lo más noble, lo más estético, lo más puro, lo impecable sin negar nuestra turbulencia y oscuridad pero reconociendo que el mejor camino es aquél que genera PAZ y que al crearse establece metas culturales más asequibles para el alma pues se basan en un enriquecimiento interno y una pobreza de mérito externo. Metas culturales basadas en el bienestar colectivo pues tan sólo es visto como la extensión de mi propio bienestar.
Iniciar a través del Yoga es mi propuesta pues es el fundamento de mi actuar, de mi sentir y de mi compartir.
Espero poderlo compartir contigo. Namaste: Ata